martes, 13 de febrero de 2007

SUSURRO DE SAN VALENTIN

... Que todas las noches sean noches de boda,
que todas las lunas sean luna de miel...


Que la luna te sonría cuando mengüe,
que el sol no se canse de dormir,
que las estrellas te sorprendan cada noche,
que cada día sea un regalo para ti.


Que ningún jote te guiñe el ojo
que los volcanes nunca se apaguen
que los Andes se pongan celosos,
que los bosques crezcan para ti.


En Sedna erigirán monumentos
admirarán tu sensual figura,
por haber llenado su órbita
de amor, cariño y ternura.


Allá muevan feroz guerra ciegos reyes
que yo tengo aqui por mía
la concupisciencia y tu osadía,
a quien nadie impuso leyes...


Anda,
deja que descubra los montes de tu mapa,
el magma fluyendo en tus venas,
la brisa fresca de tus orillas
y la marea incomprensible de tus penas.


Ven, baila, canta, brinca, juega,
piérdete en la alegría alegre,
que el horizonte te encuentre
contenta, señor, contenta.


Desde el mar a la alta cordillera, desde Sedna hasta Plutón,
de las cimas más altas a las simas más profundas,
debajo de cada piedra y detrás de cada arroyo del planeta,
en lo húmedo de cada bosque, y en lo árido del desierto,
sobre los glaciares australes y en el lejano ombligo del mundo...
en todos aquellos lugares escucharán el eco
del grito de júbilo de un hombre lleno de gozo
que deja escapar un susurro en los oídos de su amada...
simple y llanamente...
te amo.


Gracias Sabina, Espronceda, Aute y Alberto Hurtado, por favores concedidos...

¿QUIEN LO IBA A DECIR...?



Yohana y Pablo,
hace veintiocho años...

ENSAYANDO EL VALS DE LA BODA...

viernes, 9 de febrero de 2007

ARTÍCULO PUBLICADO EN EL CORREO






«ME SALE LA VENA CONQUISTADORA»
«Muy enamorado» de Latinoamérica, Pablo estudió en México, trabaja en Chile y se casará allí


ISABEL URRUTIA/VITORIA


De niño, nunca le faltaban ganas de subir al Gorbea, al Pagasarri o al Amboto. La ilusión y el esfuerzo iban de la mano. Y desde entonces, no ha parado. Pablo Villoch tiene corazón de aventurero: ha recorrido México y Chile, de cabo a rabo, con los ojos bien abiertos y un bagaje que le permite radiografiar la situación socio-económica del país, sacar conclusiones y actuar con eficacia. Licenciado en Dirección de Empresas en Deusto, es director de Turismo de Lo Barnechea, una comarca chilena, próxima a la capital. «Tiene una extensión de unos 1.044 kilómetros cuadrados y una población que ronda los 75.000 habitantes. Hay centros de esquí, un santuario de la Naturaleza, áreas protegidas...», detalla de corrido. Tiene 28 años, un futuro abierto -«me quedo hasta 2010, luego ya veremos...»- y mucho entusiasmo: «¿Y me caso en febrero!». Ella es chilena y se llama Yohana Cartes.


Al dejar su casa de Las Arenas en 1999, partió sin miedo ni metas. Nunca se pone límites. Sólo tenía claro que no podía desaprovechar la oportunidad de cruzar el Atlántico. «Siempre me ha tirado Latinoamérica. ¿Lo llevo en los genes! Mi tía abuela, María Alzugaray, fue superiora de la Compañía de María en Chile y Argentina, y mi tío abuelo, Juan Alzugaray, fue cónsul honorario de Bolivia en San Sebastián», explica con suave acento chileno, mientras pasea por el barrio santiaguino de Providencia con el móvil pegado a la oreja. Siempre aprovecha el tiempo al máximo y, sobre todo, lo disfruta. «No lo puedo evitar. A los vascos, siempre que salimos fuera, nos sale la vena conquistadora...».


Antes de concluir Dirección de Empresas en 1999, ya se había ido gracias al programa europeo ALFA-MEDUS a la ciudad mexicana de Monterrey, donde se especializó en gestión intercultural. «Fueron seis meses, luego hice las prácticas, durante otro medio año, en el área de Márketing de Carrefour, que está en la capital». Y no se fue del país hasta un mes después. «Me pateé las dos terceras partes de México. Estuve en Oaxaca, Yucatán...», rememora y la voz se le adelgaza en un suspiro. Se enamoró del país, «y como todo primer amor, no lo olvidaré jamás». Todavía no se ha recuperado de la borrachera de «realismo mágico» que se pegó en México, donde la fantasía campa por sus respetos, la muerte se celebra y la vida chisporrotea en todos los rincones. CuentacuentosDe haber estado en sus manos, se hubiera quedado más tiempo en ese tiovivo a ritmo de ranchera. Pero no pudo ser. Tenía que regresar para atar algunos cabos: «Hacer el examen de licenciatura en Deusto, sacar el carné de conducir, obtener un diploma en Comercio Exterior en la Cámara de Comercio...».


Así tomó impulso antes de recorrerse un país larguirucho, con forma de espada, que se arrima a una cordillera de 4.000 kilómetros. «¿Es increíble sobrevolar esas cumbres! Al asomarme a la ventanilla y ver aquello, sentí una atracción telúrica i-rre-sis-ti-ble».


En Chile, ha practicado alta montaña con pasión, sin perder nunca el paso en su carrera profesional: «El primer año estuve trabajando para una serie de fundaciones que subvenciona el Gobierno vasco y luego, cuando se me acabó la beca de la Cátedra Unesco, entré en una consultoría en desarrollo organizacional, es decir, enseñábamos habilidades de liderazgo, trabajo en equipo ». Desde el principio se ha codeado con empresarios de prestigio, pero sin descuidar nunca a los más necesitados; unos y otros abundan en un país que, junto a Brasil, presenta entre ricos y pobres la brecha más honda de toda Latinoamérica.


Precisamente su talento como cuentacuentos en una casa de acogida le ganó el corazón de muchos pequeños y el amor de una mujer, asistente social y experta en prevención de abuso infantil.«La conocí en un cena con amigos comunes. Fue emocionante descubrir que tratábamos a los mismos niños». La nostalgia no tiene cabida en su agenda, lo suyo es seguir adelante, hacer kilómetros y vivir enganchado al correo electrónico. «La mejor manera de mantenerte en contacto con la familia. A los sobrinos los veo crecer por fotos». Una vez al año, vuelve a casa y saborea el «soberbio marmitako» de su madre, algo único en el mundo, «que no encuentras ni en el Centro Vasco de Santiago».